Páginas

jueves, 30 de mayo de 2013

En busca de la película perdida

Estaba escuchando M80 en el coche y de repente han emitido una canción que se escuchaba muy mal y el locutor, después de pedir disculpas por el mal sonido, ha contado que una oyente estaba buscando qué artista cantaba y tocaba esa versión de la canción "Miles from nowhere", de Cat Stevens. La mujer se ha puesto al teléfono y el locutor le ha dicho, compungido, que habían hecho un gran esfuerzo por intentar encontrar esa versión y le ha puesto la que ellos creían que era la que ella buscaba: una versión realizada por Dwight Yoakam. La mujer ha escuchado esta versión y ha dicho que no creía que fuese la misma que la que ella estaba buscando.
Toda esta historia me ha traído a la memoria una vieja anécdota que nos pasó a mi y a dos buenos amigos hace bastantes años. Estábamos en quinto de Periodismo y presentamos un proyecto para hacer un programa de radio de dos horas semanales (los sábados al mediodía) sobre cine, que era la materia de la que estaban hechos nuestros sueños en aquella época, en una pequeña emisora local.
El proyecto fue aprobado y comenzamos a hacer aquel programa del que no recuerdo ahora mismo el nombre, aunque sí creo recordar que la sintonía del programa era el tema principal de "Ocho y medio", compuesta por Nino Rota, una música a la que siempre asoció con el mundo del circo.
Para realizar aquel programa contábamos con un trío de categoría: el tío que más sabía de cine clásico de cuántos he conocido; el tío que más sabía de cine fantástico, terror y ciencia ficción; y yo, que aportaba mis conocimientos de cine actual (de los 70 hasta esa fecha). Además, como ya tenía experiencia en radio, mis dos colegas me dejaron ser el conductor del programa.
La anécdota de la que quería hablar tiene que ver con esa absoluta imposibilidad de encontrar referencias de algo que alguien ha visto u oído hace muchos años. Aquel día en cuestión, la mujer que hacía de técnico de sonido me dijo por los auriculares que tenía una llamada de alguien que quería entrar en antena. Como estábamos en un receso, durante el cuál sonaba una canción relacionada con el cine, les dije a mis dos compañeros que teníamos una llamada. ¡Nuestra primera llamada! Que entre, que entre, dijimos frotándonos las manos. La técnico de sonido, que era también la responsable de aquella pequeña emisora, nos dijo que era una mujer mayor que se sentía sola y que solía llamar mucho a la radio. No bien acabé de escuchar aquello que me decía la responsable de la emisora, empecé a contarles a mi compañeros que la llamada era de una mujer mayor que...
-Tenemos una llamada. -escuché decir a mi compañero que estaba a mi derecha.
Yo le hice gestos ostensibles de que no entrase la llamada porque era una mujer mayor que...
-Adelante con esa llamada. -insistió él sin mirarme.
Mis gestos no sirvieron de nada y allí aconteció la llamada más surrealista que pudimos tener nunca en un programa de radio.
La mujer se presentó y nos felicitó por el programa, lo cual era complicado porque aquel creo recordar que era el primero o el segundo que hacíamos.
Tras unos cuantos halagos por ambas partes en plan "sois muy buenos, me gusta mucho vuestro programa" y "usted que tiene buenos oídos y sabe lo que es bueno", la mujer nos dijo que quería saber algo más de una película que había visto hace un montón de años de la que sólo recordaba el título. Según nos dijo, era algo así como "Flores blancas para mi hermana negra".
Cuando nos soltó aquel título, nos quedamos en blanco. No nos sonaba de nada aquella película. Le preguntamos si era una película española o americana (una manera muy simple de dividir el cine) y ella no se acordaba. Así que ni cortos ni perezosos, le prometimos que íbamos a indagar en nuestros vastos archivos, en bibliotecas y donde fuera hasta encontrar qué película era esa. Despedimos a aquella buena mujer, tras casi media hora de charla, asegurándole que la siguiente semana la llamaríamos para contarle lo que hubiéramos averiguado.
La semana pasó y a pesar de todos nuestros esfuerzos, ninguno fuimos capaces de encontrar una sola referencia a una película con ese título o algo parecido. Estoy hablando de algo que ocurrió en 1998, cuando Internet estaba en pañales y cuando las búsquedas se hacían físicamente en libros, enciclopedias, bibliotecas o preguntando a gente que sabía más que uno.
Al poco de comenzar el programa siguiente, la señora aquella volvió a llamar y amablemente le explicamos que no habíamos encontrado nada sobre el requerido largometraje. Pero la conversación no finalizó ahí, la mujer siguió hablando y hablando y hablando y nos dimos cuenta de que si no la cortábamos ya, iba a comerse ella sola las dos horas de programa. Pero ella siguió hablando y hablando y hablando y nos entró la risa. Al principio ves a uno que sonríe, luego ves a otro que hace un gesto indicando "¡Qué pesada!" y ya luego aquello se te va de las manos y comienzas a reír y te das cuenta de que no vas a poder parar de reír.
Puedo asegurar que estuvimos unos cinco minutos con nuestros micrófonos cerrados (después de que le hiciera un gesto a la técnico para que nos quitará el sonido) y con aquella mujer hablando y hablando y hablando. Y de repente, cuando ya no podíamos parar de reír, cuando aquello iba directo al desastre, la mujer calló. Y, aunque te estás riendo y sabes que no puedes parar de reír, ese momento en que aquella buena mujer se calló tras más cinco de minutos de intenso parloteo, nos vimos como en esa película de vaqueros cuando se hace un silencio insoportable que augura un tiroteo, un disparo, una muerte. Todavía no sé cómo mi compañero de la derecha sacó fuerzas de flaqueza y consiguió articular, entre risas aunque aparentando seriedad, algo así como: "Muchas gracias por seguirnos. Ahora escuchamos una canción de la película...". Y cuando comenzó a sonar aquel tema musical, nos tronchamos de las risas, ya sin los agobios de que nos oyera alguien, sin temor a que la señora pensara que le estábamos faltando el respeto. Fueron una risas anchas, de esas que son inevitables. De las que te hacen sentirte feliz.
La técnico de sonido y responsable de la emisora nos dijo que la mujer nos había oído. Yo le pedí perdón en nombre de los tres pero le dijimos que había sido algo inevitable, era tal el rollo que nos estaba soltando y tan complicado intentar cortarla que se nos fue de las manos. Le dije a la responsable de la emisora que no dejara salir al aire a esa mujer nunca más. No fue por maldad, fue porque nosotros estábamos ahí para hacer un programa de cine, no para hacer de consejeros de servicios sociales.
Pasaron las semanas y la mujer debió de llamar alguna vez más. Sólo una vez se nos escapó del control de sonido y volvió a salir al aire, pero intentamos que fuese breve. Al final, a uno le queda una sensación de pena. Era una mujer mayor que necesitaba hablar con alguien, escuchar y ser escuchada, aunque fuese a través de las ondas con unos chavales desconocidos. Tampoco fuimos capaces de averiguar nada sobre aquella película de la que nos habló con tanto cariño. Si hubiéramos logrado esa pequeña hazaña hubiera sido una especie de redención para nosotros por habernos reído aquella vez y por no dejar que volviera a charlar con nosotros en directo.
Tampoco estuvimos en aquella emisora mucho tiempo más. Avanzado el curso, el esfuerzo que nos suponía hacer aquel programa sin recibir a cambio ninguna recompensa nos fue quitando la ilusión.
La historia de la radio que he oído en el coche me ha recordado esta vivencia personal, y mientras escribía esto, he buscado en google el título del largometraje que nos dijo aquella señora y creo haber encontrado la película. Sé que es tarde, quizás ella haya muerto; yo hace tiempo que no hago radio, pero me queda la satisfacción de que, bastante años después, hemos cumplido la promesa que le hicimos a aquella señora.
He aquí la película: "Rosas blancas para mi hermana negra"
http://www.filmaffinity.com/es/film774120.html