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martes, 15 de diciembre de 2009

He encontrado esta maravilla en internet:

Señoras y caballeros de la clase de '99: Use Protector Solar.

Si yo pudiera ofrecerte sólo un consejo para el futuro, sería el que uses Protector Solar.
Los beneficios a largo plazo del Protector Solar han sido probados por los científicos, mientras que el resto de mi consejo no tiene una base más confiable que mi propia vaga experiencia.
Te suministraré este consejo ahora:

Disfruta el poder y la belleza de tu juventud. Oh, no importa. Tú no entenderás el poder y la belleza de tu juventud hasta que se hayan desvanecido. Pero confía en mí, en 20 años, tú estarás viendo fotos viejas tuyas y recordando de una manera que no puedes entender ahora, cuánta diferencia existe entre tú y lo fabuloso que realmente lucías.

Tú no estás tan gordo como imaginas.

No te preocupes por el futuro. O preocúpate, pero sabiendo que preocuparte es tan efectivo como tratar de resolver una ecuación de algebra masticando chicle bomba.
Los verdaderos problemas en tu vida serán cosas que nunca cruzaron tu preocupada mente, del tipo que te segarán a las 4 p.m. de algún Martes ocioso.

Haz todos los dias algo que te asuste.

Canta.

No seas desconsiderado con los corazones de otras personas, No toleres a las personas que son desconsideradas con el tuyo.

Utiliza hilo dental.

No gastes tu tiempo en celos. A veces estarás adelante, y a veces estarás atrás .
La carrera es larga y, al final, es sólo contigo mismo.

Recuerda los cumplidos que recibes. Olvida los insultos.
Si tienes éxito haciendo esto, dime cómo.

Guarda tus viejas cartas de amor. Bota tus viejos estados de cuenta bancarios.

E--S--T--I--R--A--T--E

No te sientas culpable si no sabes lo que quieres hacer con tu vida.
La gente más interesante que conozco no sabían a los 22 lo que querían hacer con sus vidas.
Algunas de las personas más interesantes de 40 años que conozco todavía no lo saben.

Toma mucho calcio.

Se bueno con tus rodillas. Las extrañarás cuando no las tengas.

Quizás te cases, o quizás no. Quizás tendrás niños, o quizás no . Quizás te divorcies a los 40, quizás bailarás la danza del pollito asombroso en el 75 aniversario de tu boda.
Sea lo que hagas no te felicites, o tampoco te castigues demasiado a tí mismo.
Tienes la mitad de las probabilidades . Y las demás personas también.

Disfruta tu cuerpo. Usalo en todas las formas que puedas.
No tengas miedo de ello ó de lo que puedan pensar otras personas de eso, es el mejor instrumento que jamás llegarás a poseer.

Baila , aún si no tienes otro lugar para hacerlo aparte de la sala de tu casa.
Lee las instrucciones, aunque no las sigas.

No leas revistas de belleza. Ellas sólo te harán sentir horrible .

Conoce a tus padres. Nunca sabrás cuando se irán para siempre.
Se bueno con tus hermanos. Ellos son la mejor conección a tu pasado y las personas que con mayor probabilidad permanecerán contigo en el futuro.

Entiende que los amigos van y vienen, pero debes aferrarte a unos pocos que precies.
Trabaja duro para conectar el vacío entre la geografía y el estilo de vida, porque mientras más viejo te pongas, más necesidad tendrás de la gente que te conoció cuando eras joven.

Vive alguna vez en NuevaYork, pero vete antes de que te haga duro.
Vive alguna vez en California del Norte, pero vete antes de que te haga blando.

Viaja.

Acepta ciertas verdades inalienables: los precios subirán. Los políticos flirtearán. Tú también te pondrás viejo. Y cuando lo hagas, fantasearás con que cuando eras joven los precios eran razonables, los políticos eran nobles y los niños respetaban a los mayores.

Respeta a tus mayores.

No esperes que nadie te mantenga. Quizás tengas un fideicomiso. Quizás tengas un conyugue adinerado. Pero nunca sabrás cuando algunos de los dos se acabe.

No juegues mucho con tu cabello, sino cuando tengas 40 se verá como de 85.

Se cuidadoso de quién tomas los consejos, pero se paciente con aquellos que te los dan.
Los consejos son una forma de nostalgia. Otorgarlos es una manera de pescar en el pasado buscando restos, limpiándolos, pintando sobre las partes feas y reciclándolos por más de lo que valen.

Títulos de crédito:
Baz Luhrmann - letra de Mary Schmich del libro Wear Sunscreen , y el CD Something for Everyone
traducción libre del original en inglés (no es mía)

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Uno de los míos

El otro día repusieron en la televisión, no recuerdo en qué cadena ni falta que hace, uno de los últimos clásicos del cine estadounidense dirigido por un señor bajito pero con una altura intelectual que sería capaz de taponar una entrada, a tumba abierta, de Gasol. Me estoy refiriendo a ‘Uno de los nuestros’ y a su director, Martin Scorsese. No sé si conocen este largometraje, pero trata de un chaval que en los años 50, comienza a trabajar de correo de un grupo de mafiosos y acaba, de adulto, siendo uno de ellos. Recuerdo que cuando vi por primera vez esta película, se me quedó grabada una de las frases iniciales, si no la inaugural: As far back as I can remember, I always wanted to be a gangster (“Desde que era pequeño, siempre quise ser un gangster”). Se me quedó grabada en mi cabecita de 15 años y me entró una gran satisfacción porque yo llevaba un año entero pensando eso mismo. Les contaré cómo empezó. Resulta que mi segundo apellido es italiano y de eso me enteré justo el día en que cumplí los catorce años, el 2 de junio de 1989, ya que, de repente, un trabajador de Correos trajo a casa un paquete que venía de Italia.
“¿Quién puede mandar algo de Italia, mamá?”, pregunté con sonrisa bobalicona. “Debe de ser de tu tío”, dijo mi madre, una mujer morena de pelo largo, ojos grandes negros y belleza clásica. “¿Qué tío?”, apuré. Y fue entonces cuando ella me contó que mi segundo apellido, el primero de ella, era originario de la Región de Calabria, la puntita del pie que le pega una patada al balón que simboliza Sicilia. Y me hizo un resumen general de la historia de mi tatarabuelo, un calabrés, natural de la pequeña población de Bova Marina, en el Sur de Calabria, que con 24 años recién cumplidos, cogió los bártulos con los que fabricaba pasta alimenticia y a su mujer y recorrieron prácticamente media Europa para acabar instalados en Mendavia (Navarra), donde se pueden encontrar los mejores espárragos de España. Dos generaciones después, nació mi abuelo Nicolás en Sestao, una población industrial de Vizcaya. Cuando mi madre me contó esta historia de nuestra familia, mi abuelo ya estaba muy mayor y cuando recurrí a él para que me relatara más cosas, no fue capaz ni de decirme el nombre de su propio abuelo. Padecía Alzheimer, lamentablemente. De esto me enteré después. En aquel momento, sus pérdidas de memoria me parecían las propias de su edad.
Así que, el niño de 14 años empezó a recrear con su imaginación la historia de aquel tatarabuelo italiano y de sus parientes de Calabria. Y se imagino que, ¿por qué no?, podían ser mafiosos. Y el niño imaginaba cada noche que salía de casa vestido con un traje hecho a medida, con su bigote recortado, un sombrero perfilado, una pistola en el cinturón, tabaco de importación en el bolsillo; y soñaba que las mujeres más despampanantes le acompañaban, que conducía los más soberbios coches, que cenaba exquisiteces que todo el mundo hubiese querido cenar, y que todo el mundo le respetaba. La única condición para lograr todo eso era llegar a Bova Marina, donde se encontraba su tío, y apostar todo por hacer carrera dentro de ‘la famiglia’. Aunque no sería fácil.
El regalo de mi tío italiano resultó ser dulces y panes italianos. “¿Qué humor el de mi tío mafioso, que en vez de enviar el dedo índice cortado a algún enemigo, nos manda comida?”, pensé.
Como tenía que estar preparado para el día en que entrara a formar parte de “la familia”, empecé a ver todas las películas de temática gangsteril que existían, desde “Los violentos años veinte”, con James Cagney, hasta “El padrino I y II” (la tercera parte llegaría más tarde). Todo ese cine me sirvió para aprender todo sobre los gangster italoamericanos. Incluso, empecé a estudiar italiano por mi cuenta.
Cuando cumplí 18 años, decidí que era el momento de visitar a mi tío e iniciarme en el mágico mundo de la mafia. Había ahorrado algo de dinero y me marché a Bova Marina sin decir nada a mis padres. Contaba con el nombre de mi tío, Peppino Perrella, y con una dirección, Via Monte Nero, 4, cerca de la Piazza Magiore. Correspondía a la pastelería Peppino’s, un negocio que, supuse, era la tapadera perfecta para los negocios ‘mafiosi’ de mi tío. Ja, ja, ja, una pastelería… ¿Qué grande era mi tío? ¿Quién iba a sospechar que una humilde pastelería de Bova Marina era el centro neurálgico de la mafia calabresa, la ‘Ndragheta. Había conseguido un recorte de un periódico en el que se hablaba del poder de esta banda:


La Calabria es una de las regiones del sur de la península italiana en la que la mafia, llamada Ndragheta, está más introducida. Montañosa y de difícil acceso, en su interior se esconden los jefes mafiosos protegidos por una población que se encuentra entre las más pobres no sólo de Italia sino también de Europa.


Los negocios de la Ndragheta se han basado en el tráfico de drogas, de armas y también en la extorsión, siendo habitual en la zona el secuestro de empresarios que se niegan a pagar el pizzo, el tradicional impuesto mafioso. (*)


Diciendo que me iba con unos amigos a la playa, salí ufano hacia el aeropuerto. Mi destino era Roma; y allí cogería un avión hasta Catanzaro, capital de Calabria, una ciudad con más de dos millones de habitantes. Por último, un tren me conduciría hasta Bova Marina, la pequeña ciudad donde, en mi imaginación, se escondía la ‘famiglia Perrella’, sanguinarios y retorcidos mafiosos a los que yo, orgullosamente, quería servir. Llegué a Bova Marina a las diez de la noche del día, juro que nunca lo olvidaré, 19 de agosto de 1993. Como era muy tarde y estaba cansado por el largo viaje, busqué un sitio donde poder dormir. Una vez allí, no tenía prisa por encontrarme con mi tío. Encontré acomodo en un pequeño ‘albergo’, donde parecía ser el único inquilino. Cuando subí a la austera habitación, caí rendido en la cama.
El día siguiente amanecí con una angustiosa sensación de ahogo debido al fuerte calor que entraba por la ventana y se colaba en mi habitación. Busqué cobijo bajo la ducha, donde, gracias al agua fría –no por gusto, si no porque no parecía que hubiera agua caliente, por más que esperé- volví a boquear con ganas.
Salí del ‘albergo’ sobre las nueve de la mañana. Apenas había gente en la calle y yo era prácticamente el único que me arriesgaba a caminar bajo la potencia calorífica del sol calabrés. No hay nada comparable. Pero yo tenía que ir al encuentro de mi destino, no podía eludirlo. El pueblo era tan insignificante que alcancé la Piazza Magiore casi sin darme cuenta. Al girar, vi de frente el cartel de la pastelería ‘Peppino’s’. Noté como el corazón se me aceleraba y creí que se me iba a salir corriendo, sin que yo pudiera alcanzarlo. Intenté tranquilizarme y, caminando resuelto, me acerqué a la pastelería.
Cuando entré, sonó una campanita que había en el quicio de la puerta. No había nadie tras el mostrador. Esperé impaciente y entonces…, apareció mi tío. La imagen se me ha quedado borrada en la memoria a pesar de los años pasados, casi dieciséis, y podría extenderme el equivalente a la Enciclopedia Británica para contar su aspecto y mis sensaciones. Seré más breve. Peppino Perrella llevaba un delantal que debió ser blanco en algún momento de su vida, y cuyo color parecía haberse diluido en sus manos, grandes y fuertes, tan blancas como la nieve por culpa de la harina. Iba vestido con un sencillo pantalón de pana marrón y una camiseta blanca de tirantes. Su pelo era corto y empezaba a encanecer; sus ojos, tristes, vividos, de un profundo color negro; su nariz era inmensa y torcida; su boca era un único pliegue sobre la barbilla, y apenas se intuían los labios. Su cara era alargada y cuadrada, con una mandíbula muy ancha y fuerte. Su piel era un cúmulo de pliegues que se había ido secando a fuerza del paso del tiempo y del inmenso calor del horno de la pastelería. ¿He de decir más? No hizo falta ni que le saludara.
Evidentemente, Peppino Perrella no era más que un humilde trabajador cuyas manos eran un reflejo de la dura vida que había llevado; sus ojos, un espejo de la tristeza que había soportado; sus arrugas, un síntoma de que había sufrido demasiado.


Me largué corriendo de allí sin ni siquiera decir ‘Ciao’. Me fui porque necesitaba desaparecer, de la pastelería, de Bova Marina, de Calabria, de Italia,… del mundo, quizás. ¿Cómo era posible tamaña traición? ¿Cómo era posible que en la tierra de los mafiosos, mi tío fuera un humilde panadero?


Nadie lo sabe, pero me tiré dos días enteros maldiciendo a mi familia y a mi tío en especial. Mis sueños de ser un gangster, “un uomo de veritá”, se habían ido al pozo de los sueños perdidos, un lugar donde se quedan para siempre y es imposible recuperarlos. No sé cómo, pero mi tío se enteró dónde estaba alojado y me envió dulces y pan, igual que cuando llegó aquel paquete el día de mi cumpleaños. Hasta el mismo envase los envolvía. Y entonces, perdí las fuerzas, me aflojé y me convertí en un río de tristeza. ¿Cómo había sido tan mezquino y miserable para rechazar a mi tío sólo porque era un panadero? ¿Qué locura me había llevado hasta allí para convertirme en un ser sanguinario y malvado?


Aquella tarde de mi tercer día en Bova Marina, tras engullir con afán y con orgullo –no será mafioso, pero hace los mejores dulces de Italia-, decidí regresar a la pastelería y presentarme. Volví a entrar y mi tío estaba allí esperando, de pie, como si no se hubiera movido desde la mañana en que lo dejé con la palabra en la boca.
“Tío Peppino, soy Juan, tu sobrino de España”, le dije. Él, sin dejar de mirarme fijamente, me abrazó fuertemente y me besó en la frente. “No hace falta que digas más”, me dijo. “Te voy a enseñar lo que hago aquí todos los días desde hace más de 50 años”.


Al final, estuve en Bova Marina quince días más y todos ellos los pasé en la pastelería. Conocí a mi tía Constanza, una mujer increíble y de carácter muy fuerte. Y a parte de la familia, como mi prima Valeria, la mujer más guapa que he conocido nunca y, que conste que esta afirmación casi me cuesta el matrimonio. Y otros muchos cuyo nombre no recuerdo, aunque sus caras y sus gestos no se me han olvidado. Fue uno de los veranos más gratificantes que he pasado nunca (esto tampoco se lo digan a mi mujer). No he vuelto a ir a Bova Marina por circunstancias de la vida.


Hace una semana, poco antes de que emitieran la película ‘Uno de los nuestros’, me enteré de que mi tío Peppino había fallecido. Me acordé de aquellos días en su tierra y lloré, lloré mucho por mi tío, porque estoy seguro de que era mucho más difícil ser un panadero humilde que ser un mafioso en aquella tierra de gangsters. Y aunque nunca hubiese disparado una pistola, estoy seguro de que mi tío, Don Peppino, era mucho más duro que todos los gangsters que hubiera sobre la faz de la tierra. Ahora, ya no es ‘uno de los nuestros’, es ‘uno de los míos’ y siempre lo será.




(*) Extracto de un texto publicado en ‘La Voz de Galicia’ el día 16 de octubre de 2005.


Este relato está basado libremente en una historia personal.






I'm an average nobody. I get to live the rest of my life like a schnook.
“Ahora soy como cualquiera y tengo que vivir el resto de mi vida como un don nadie”
(Extraído del largometraje “Uno de los nuestros”, de Martin Scorsese, 1990)

jueves, 29 de octubre de 2009

jueves, 27 de agosto de 2009

Into the wild

La felicidad es real mientras es compartida
'Happiness real while shared'
De la película 'Into the wild'

jueves, 14 de mayo de 2009

Se acabó el sueño


La final de la Copa del Rey entre el Athletic y el Barcelona ha dejado una cosa clara: que el equipo bilbaíno de este año está a años luz del equipo actual que tiene el Barcelona. Es imposible no ver jugar al Barcelona y sentir una especie de placer por lo bien que juegan al fútbol, casi como si jugaras en la Play Station -salvo los del Madrid, creo que los demás así lo vemos-. No dudo de la capacidad futbolística del Barça, que aspira -y seguramente alcanzará- al triplete: Copa del Rey, Liga y Champions. Jamás dudé del fútbol del Barça como jamás dudé del fútbol del Athletic: limitado, ramplón, sin ideas, a tirones, con defensa floja cuando no demasiado contundente, lo que supone tarjetas. Es el Athletic un equipo al que le salvan dos o tres jugadores que han conseguido volver a ilusionar a una parroquia -por algo San Mamés es conocido como la Catedral- con lograr, no ya un título, si no una final. No soy yo nadie para decir que el Athletic es un equipo mediocre, pero lo es, y con mediocridades no podemos aspirar a nada. Cierto es que hemos llegado a la final de la Copa del Rey 25 años después, pero... ¿No podríamos haberle echado más cojones? Vale que el Barça juega como los ángeles aunque le falten jugadores insustituibles como Henry o Iniesta, pero... al igual que los aficionados del Athletic han echado el resto por apoyar al equipo... ¿No podría haber hecho lo mismo el equipo, los jugadores, el entrenador? Porque lo que más rabia me da no es haber perdido, si no haber perdido como hemos perdido. El equipo se ha echado atrás tras marcar el primer gol y desde entonces, la pelota la ha tenido el Barça y ha sido entonces cuando ha hecho lo que ha querido. Cuatro golazos nos han caído y no han sido más por la gran actuación de Gorka Iraizoz. Yo sólo pedía al equipo, a los once titulares que llevaban una semana y media descansando para preparar esta final, que le hubieran echado más cojones al partido. Lo de ganar era otra cosa. Pero la actitud, la valentía, las ganas, la fuerza -que no el juego- eso podía haber sido nuestro y seguro que la gran mayoría de los rojiblancos nos íbamos felices a dormir.
-No me importa haber perdido porque el equipo se ha desfondado, se ha dejado la piel en el campo.
Pero es que no ha pasado eso. He oído a algún aficionado del Athletic decir que la diferencia entre el Barça y el Athletic es enorme, abismal, universal, y que si el Barça tiene a once jugadores internacionales en su respectiva selección, el Athletic sólo tiene a Llorente, que es suplente. No lo pongo en duda, qué coño. Es verdad. Pero entonces, ¿Qué?, ¿Nos cagamos antes de jugar la final sólo porque el Barça es infinitamente superior? Para eso, mejor no haber jugado la final. Si ya sabíamos que ellos eran tan superiores, pues nada, les damos directamente como campeónes y a otra cosa.
No se trata de que el Barça sea mejor equipo que el Athletic. Se trata de la actitud, de correr por el balón, de no dar una bola por perdida, de luchar hasta el final, hasta la extenuación. Y ahí, el equipo no ha estado a la altura.
Al acabar el partido, he visto que algunos jugadores lloraban. Es normal, saben que se les escapaba una ocasión única, no ya de ganar un título, si no de demostrar que este equipo está vivo y puede volver a ser un grande.
Por todo lo que ha pasado en la final, me quejó de que el equipo, léase los jugadores, no han estado a la altura de la camiseta que defienden (no quiero citar nombres de algunos jugadores que han pasado desapercibidos durante el partido). Por lo tanto, la afición, que es la mejor del mundo, se merece un sobresaliente en todo: ilusión, actitud, comportamiento, ánimo... El club, como tal, seguirá siendo grande, por que la historia lo avala y porque ha sabido currarse todo lo que han montado en Valencia y en Bilbao. El equipo, los once más los que han salido a jugar en el segundo tiempo, se merecen el aprobado, el trabajo justo para ponerse por delante en el marcador. Después, desaparecieron.
Te lo dice un bilbaíno nacido en Begoña y que se siente del Athletic hasta la médula, por razón y por corazón. Me duele la derrota, más por la actitud del equipo que por el buen hacer del Barça.
P.S.: Sólo espero que los jovencitos que está cambiando este Athletic -los Llorente, Javi Martínez, Susaeta, Balenziaga, etc...- aprendan la lección y en un futuro, espero que cercano, venguen a esta afición y logren algún título. Porque se lo merece.

domingo, 15 de febrero de 2009

Estoy hasta los cojones

Quería que fuera a ritmo de Van Morrison, pero como no tengo a mano nada suyo para escuchar, será a ritmo de The Notting Hillbillies -grupo que se sacó de la manga ancha un tal Mark Knopfler, líder de Dire Straits y de capa caída, para un humilde servidor, desde que abandonó este grupo- y del único disco que grabaron: Missing… presumed having a good time. Porque lo que quiero decir, ahora, a las diez de la mañana del domingo 15 de febrero de 2009 es de que se me han hinchado las pelotas hasta una medida que no puedo soportar. Vamos, que estoy hasta los cojones de muchas cosas y las voy a ir diciendo según me van saliendo. Estoy hasta los cojones de que el PNV me venda la moto de que el País Vasco es un sitio de puta madre cuando la mitad de la gente está amenazada por los hijoputas de ETA y la otra mitad está callada por si acaso; esto hasta los cojones de que el PNV lleve ni recuerdo cuánto tiempo exactamente mangoneando todo lo que le apetece en este País Vasco; estoy hasta los cojones de que haber obtenido una licenciatura en Periodismo no sirva de nada porque cualquiera puede escribir en un medio de comunicación; estoy hasta los cojones de que haber estudiado y aprobado un Máster de Periodismo en El Correo no sirva de nada a no ser que seas un siervo o tengas un buen padrino; estoy hasta los cojones de que tras haber estado un año becado en la Agencia EFE no sirva para nada más que haber conseguido publicar páginas enteras en periódicos regionales (DEIA) y nacionales (EL MUNDO) y que luego me digan que por culpa de un puto ERE no hay nada para mí; estoy hasta los cojones de que para buscarme la puta vida me haya tenido que ir al puto culo del mundo, léase Ciudad Real, a trabajar de maquetador, algo que ni soy ni me siento; estoy hasta los cojones de haber pasado cinco años y medio en un periódico de tercera regional dejándome la piel y la espalda para lograr un trabajo en un periódico clase A que no he conseguido; estoy hasta los cojones de que un sueldo de mierda haya evitado que me pueda comprar un piso; estoy hasta los cojones de que cuando murió mi padre yo estuviera a 600 kilómetros y ni siquiera pude despedirme de él; estoy hasta los cojones de que haber hecho un cortometraje no sirva más que para los amigos se rían de lo mal que actúan los actores; estoy hasta los cojones de que me deje la vida por publicar un libro de relatos y nadie me lo agradezca (no hablo ya de que se venda); estoy hasta los cojones de me toquen los cojones gente de menos valía que yo en un trabajo de mierda; estoy hasta los cojones de que por culpa de un sentimiento de nostalgia mal entendido haya vuelto a Bilbao; estoy hasta los cojones de que mi novia esté en Inglaterra y yo no pueda ir a verla porque no tengo dinero; estoy hasta los cojones de explicar que dejar un trabajo en época de crisis no quiere decir que sea gilipollas sino que estaba a punto de explotar; estoy hasta los cojones de que regresar al País Vasco no haya servido de nada porque al estar sin trabajo soy un puto paria; estoy hasta los cojones de no encontrar trabajo; estoy hasta los cojones de tener 35 años y pensar que no tengo futuro; estoy hasta los cojones del PP, por muchas cosas; estoy hasta los cojones de que no saber euskera me convierta en un ciudadano de segunda categoría en este País Vasco en el que menos del 20% usan el euskera habitualmente; estoy hasta los cojones de todo esto y de muchas cosas más. Hoy he venido caliente y no sé cómo parar esta quemazón interior que me reconcome. Así que mientras escucho The Notting Hillbillies, pienso que a pesar de que este año va a ser malísimo, todavía puede haber una pequeña esperanza porque por mis cojones, yo no voy a dejar que todo lo que me toca los cojones me joda el futuro. Y ahora vas, y lo cascas… si tienes cojones!!!
Show me a place where I don't have to worry
And that's where I belong

martes, 3 de febrero de 2009

Por si acaso

Por qué negarlo, estoy un poco harto del pesimismo que nos invade y que se refleja, sobre todo, en los medios de comunicación, que hablan ya de los cinco millones de parados que puede llegar a tener España en este año, de las cientos de empresas que están cerrando, de las ayudas que necesitan los bancos, las cajas, el sector automovilístico, los hoteleros, y si nos descuidamos, Papá Noel y Los Reyes Magos para financiar los regalos de la próxima Navidad, y sobre todo estos últimos, que como todos sabemos…
Este artículo humilde viene a colación de las manifestaciones en Inglaterra por el cierre, o los expedientes de regulación de empleo, de algunas empresas británicas. El lema que los hijos de la Gran Bretaña (sin ánimo de ofender) coreaban a grito pelado era: “Trabajos ingleses para los trabajadores ingleses”. Y me entró un miedo de la ostia, porque si los ingleses, que quizás sean el pueblo más abierto a lo extranjero de Europa (no en vano han tenido colonias por medio mundo y sus habitantes han sido acogidos en la isla de H. M. con gran bondad), se manifiestan pidiendo que el curro inglés sea para ellos, agarrémonos los machos porque en España, que somos más catetos y cerrados para estas cosas del extranjero=extraño, vamos a acabar echando a todo aquel que no tenga ESPAÑOL bien grabado en la cocorota.
No quiero ser agorero ni pesimista ni pájaro de mal agüero, pero cuando no hay trabajo, no hay dinero, gracias a lo cual aumenta el nivel de insatisfacción y de ahí a preguntarse por qué el marroquí X o el peruano A tienen trabajo y un señor con bigote y mucho pelo de Zamora no tiene dónde caerse muerto, va un pequeño paso. Y pronto se llegaría a encumbrar a ciertos y olorosos partidos de extrema derecha (o extrema izquierda- lo mismo da, supuestamente, los nazis eran socialistas) que pueden asegurar al señor de Zamora que España pa los españoles y todos los que no sean españoles, a la puta calle, es decir, a sus países.
Por eso, por qué no me quiero tomar las cosas tan a la tremenda, espero que esto no suceda, ni en el Reino Unido ni en España ni en ningún país. No debemos pensar que el trabajo es nuestro sólo porque seamos de ese sitio, ya que se supone que los empresarios eligen a los mejores para cada puesto, da igual que sea un señor de Zamora (por seguir con el ejemplo) o un señor de Guinea.
Es más, debemos estar agradecidos a los extranjeros porque realizan los trabajos que los locales no hacen, porque se han vuelto comodones o por variadas razones. Otra cosa es que el empresario contrate a gente no cualificada, ya sean locales o extranjeros, para pagar menos dinero. Pero ese es otro cantar y contar.

lunes, 26 de enero de 2009

Redescubriendo “Carretera perdida”

Prácticamente no supe nada de David Foster Wallace hasta que leí la noticia de su muerte -se suicidó con 46 años el pasado 12 de septiembre- y siento una inmensa pena por haberle descubierto tan tarde. Había leído algunos artículos en suplementos culturales en los que algunos autores letrados subían a Wallace al altar de los mejores escritores estadounidenses de los últimos 20 años. Sabía también que era autor de una novela de cierto renombre, “La broma infinita” y de un libro de breves ensayos titulado “Hablemos de langostas”, que era lo último que se había publicado en España. Así que cierto día, me acerqué a la biblioteca de mi pueblo y encontré una pequeña joya titulada “Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer”. Al principio su estilo denso y hiperdetallista me abrumó y no conseguí hacerlo mío. Pero cuando encontré un texto titulado “David Lynch conserva la cabeza”, me dije, coño, un tío que se atreve a explicar, sin haberla visto todavía (ya que Wallace fue invitado al rodaje como enviado especial de la revista “Premiere”) la película más extraña de cuantas he podido ver en cine en los últimos, digamos, 20 años. Estoy hablando de “Carretera perdida” (Lost Highway), de 1997. Un film tan raro que uno no sabe a qué atenerse cuando llega el final. Un film tan sorprendentemente bizarro (un adjetivo muy pegado a Lynch), que he llegado a discutir con vehemencia con ciertas personas a las que les gustaba. “Pero cómo te va a gustar eso, si no tiene ni pies ni cabeza”, argumentaba yo. Lynch ha hecho buenas películas y una serie de televisión mítica e hipnótica (Twin Peaks) pero nadie sabe en qué estaba pensando cuando dirigió ese desaguisado que era y es “Carretera perdida”.
Esta película la he visto una sola vez en la vida y creo que ni llegué al final, harto de la autocomplacencia de Lynch y su regodeo en mostrarnos imágenes cargadas de un simbolismo que solamente él comprende, o cómo explica Wallace en su magnífico ensayo, alguien que pretende que los demás nos riamos de sus propios e internos chistes o pretende que los demás gocen cuando uno se está masturbando (literalmente).
Pues gracias a ese texto de Wallace, no solamente me he reconciliado con Lynch (que se salvó momentáneamente de la quema gracias a una historia tan sencilla como emotiva que llevó a la gran pantalla con el título de “The Straight Story” (Una historia verdadera, 1999), sino que además, estoy dispuesto a darle una segunda oportunidad a “Carretera perdida”. No me he vuelto loco, pero el ensayo de Wallace me ha congraciado con ese film, y sé que no es gracias a Lynch el hecho de que esté interesado en ver otra vez su película, es, más bien, gracias a Wallace que necesito volver a ver ese largometraje tan extraño y al que muchos “modernos” espectadores tildaban de obra maestra.
Para todos aquellos que les gustó “Carretera perdida”, la comprendieran o no, les recomiendo activamente la lectura de este ensayo. Para todos aquellos que nos les gustó la película de Lynch, también les recomiendo la lectura de “David Lynch conserva la cabeza”, ya que nos ayuda a comprender mejor las motivaciones del director-autor estadounidense y a acercarnos a su asombrosa, y a veces prodigiosa, mente.
Para finalizar, en este libro de Wallace se encuentra otro texto que es de lo mejor que he podido leer sobre el mundo del tenis, a cuenta de un jugador semi desconocido que participa en el Open de Canadá.
Para saber más: http://www.randomhousemondadori.es/me_gusta_leer/Libros/A/Algo-supuestamente-divertido-que-nunca-volvere-a-hacer/Algo-supuestamente-divertido-que-nunca-volvere-a-hacer