Páginas

lunes, 26 de enero de 2009

Redescubriendo “Carretera perdida”

Prácticamente no supe nada de David Foster Wallace hasta que leí la noticia de su muerte -se suicidó con 46 años el pasado 12 de septiembre- y siento una inmensa pena por haberle descubierto tan tarde. Había leído algunos artículos en suplementos culturales en los que algunos autores letrados subían a Wallace al altar de los mejores escritores estadounidenses de los últimos 20 años. Sabía también que era autor de una novela de cierto renombre, “La broma infinita” y de un libro de breves ensayos titulado “Hablemos de langostas”, que era lo último que se había publicado en España. Así que cierto día, me acerqué a la biblioteca de mi pueblo y encontré una pequeña joya titulada “Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer”. Al principio su estilo denso y hiperdetallista me abrumó y no conseguí hacerlo mío. Pero cuando encontré un texto titulado “David Lynch conserva la cabeza”, me dije, coño, un tío que se atreve a explicar, sin haberla visto todavía (ya que Wallace fue invitado al rodaje como enviado especial de la revista “Premiere”) la película más extraña de cuantas he podido ver en cine en los últimos, digamos, 20 años. Estoy hablando de “Carretera perdida” (Lost Highway), de 1997. Un film tan raro que uno no sabe a qué atenerse cuando llega el final. Un film tan sorprendentemente bizarro (un adjetivo muy pegado a Lynch), que he llegado a discutir con vehemencia con ciertas personas a las que les gustaba. “Pero cómo te va a gustar eso, si no tiene ni pies ni cabeza”, argumentaba yo. Lynch ha hecho buenas películas y una serie de televisión mítica e hipnótica (Twin Peaks) pero nadie sabe en qué estaba pensando cuando dirigió ese desaguisado que era y es “Carretera perdida”.
Esta película la he visto una sola vez en la vida y creo que ni llegué al final, harto de la autocomplacencia de Lynch y su regodeo en mostrarnos imágenes cargadas de un simbolismo que solamente él comprende, o cómo explica Wallace en su magnífico ensayo, alguien que pretende que los demás nos riamos de sus propios e internos chistes o pretende que los demás gocen cuando uno se está masturbando (literalmente).
Pues gracias a ese texto de Wallace, no solamente me he reconciliado con Lynch (que se salvó momentáneamente de la quema gracias a una historia tan sencilla como emotiva que llevó a la gran pantalla con el título de “The Straight Story” (Una historia verdadera, 1999), sino que además, estoy dispuesto a darle una segunda oportunidad a “Carretera perdida”. No me he vuelto loco, pero el ensayo de Wallace me ha congraciado con ese film, y sé que no es gracias a Lynch el hecho de que esté interesado en ver otra vez su película, es, más bien, gracias a Wallace que necesito volver a ver ese largometraje tan extraño y al que muchos “modernos” espectadores tildaban de obra maestra.
Para todos aquellos que les gustó “Carretera perdida”, la comprendieran o no, les recomiendo activamente la lectura de este ensayo. Para todos aquellos que nos les gustó la película de Lynch, también les recomiendo la lectura de “David Lynch conserva la cabeza”, ya que nos ayuda a comprender mejor las motivaciones del director-autor estadounidense y a acercarnos a su asombrosa, y a veces prodigiosa, mente.
Para finalizar, en este libro de Wallace se encuentra otro texto que es de lo mejor que he podido leer sobre el mundo del tenis, a cuenta de un jugador semi desconocido que participa en el Open de Canadá.
Para saber más: http://www.randomhousemondadori.es/me_gusta_leer/Libros/A/Algo-supuestamente-divertido-que-nunca-volvere-a-hacer/Algo-supuestamente-divertido-que-nunca-volvere-a-hacer

2 comentarios:

Anónimo dijo...

http://buscon.rae.es/dpdI/SrvltConsulta?lema=bizarro

bizarro -rra. En español significa ‘valiente, esforzado’ y ‘lucido, airoso’. Debe evitarse su empleo con el sentido de ‘raro o extravagante’, calco semántico censurable del francés o del inglés bizarre. Tampoco debe emplearse bizarría con el sentido de ‘rareza o extravagancia’.

Juan Ignacio dijo...

Gracias por la aclaración. No soy el primero ni seré el último que usa "bizarro" con la acepción de "raro o extravagante". Me apunto lo que dices.